06 noviembre, 1994

La invención de la noche

Sobre la novela "Después del día de fiesta" de Griselda Gambaro

La invención de la noche*

por Gabriela De Cicco

Dulce y clara es la noche, y sin viento : así comienza "Después Del Día De Fiesta" la nueva novela de la narradora y dramaturga argentina Griselda Gambaro , nacida en Buenos Aires en 1928 y autora de, entre otras obras, "El desatino", "Ganarse la muerte" y "Madrigal en ciudad".

Aquellos versos, aunque estén siendo dichos por el personaje, Tristán, vienen de muy lejos. Extranjería en cuerpo propio. Esos versos son los que abren el Canto 13 "La sera del dì di festa" (La noche del día de fiesta), del poeta romántico italiano Giacomo Leopardi.

Aquella frase, repetida como un conjuro, no se remite a ser mera reminis-cencia, sino que se inscribe como el detonante que haría posible el cambio del destino de los personajes, de las circunstan-cias en que viven sumergidos en "un mundo que ni siquiera oí nombrar", le escribirá la hermana del poeta a él, arribado misteriosamente a nuestro país. Ese mundo sin nombre tiene un paisaje propio: los arrabales de la ciudad cerca del Riachuelo, un asentamiento indígena y la inesperada invasión de una tribu de negros que desatará el chauvinismo más salvaje que se pudiera imaginar. Allí, en una casucha de un solo cuarto vivirá Giacomino junto a Tristán, un ciudadano de segunda, que verá cómo sus costumbres irán cambiando con la presencia de este misterioso ser, débil y marcadamente melancólico, que para mal de males habla en otro idioma: "Dolce e chiara è la notte e senza vento".

Griselda Gambaro, con su escritura inteligente y seductura, construye un espacio en donde todo es posible, en donde son posibles las fiestas personales y las comunitarias. Donde el después del día de fiesta será el auténtico día en su irrevocable consistencia, en su más clara y cruel verdad: se sigue siendo quien se es y no quien se querría ser.

La novela, profundamente documentada, y escrita casi en clave ritual, permite que estavida de Leopardi sea el punto de partida para una reflexión que no perdona nuestra realidad más próxima; una situación social que los medios de información, en su rutina, torna olvidable, aquí se transforma en materia prima de los sueños de los protagonistas. Cambalache de historias que (Gambaro dándole una vuelta a la anécdota discepoliana) presenta una Argentina en sombras, viviendo su noche clara, dulce y sin viento.

La inexplicable presencia de Leopardi, abre una fisura en la realidad, parece dibujar un espacio donde la vida puede llegar a ser otra cosa. Se instala una especie de magia que rodea a todos: a Tristán, a N'Bom, una mujer negra que pretende vivir mejor y entrega su vida de una manera que la lleva a perderla, a el Quejoso, vecino de Tristán que solamente vive para vengar la invasión de los negros, que ha variado el paisaje alrededor de su casa , pero que, paradojalmente, se permite amar a N'Bom; esta magia también rodea a Leopardi que vivirá pendiente del arribo de las cartas escritas por su hermana, recordándole la angustia que sufre al vivir bajo el poder despótico de su madre; un Leopardi que saldrá todas las noches a vagar por la ciudad, y que afiebradamente tomará nota, especialmente en un cuaderno de tapas verdes que lleva consigo, de todo lo que ve y siente: " Ahí, presumía Tristán, escribía otro tipo de cosas: veía una puesta de sol, se le dilataban de admiración los ojos glaucos tirando a celeste, y corría a anotarlo en su cuaderno, veía a dos mujeres conversando en la calle y quién sabe qué observaba de extraordinario porque inmediatamente se apresuraba con la misma ansiedad. Las mujeres, que habían hablado de lo caro que estaban los tomates, se iban a sus casas, pero quedaban fijadas en el cuaderno de Giacomino, donde quizá seguirían hablando de tomates con palabras ligeramente cambiadas, totalmente distintas; serían dos figuras particulares vestidas de particular manera, con gestos únicos y nunca repetidos, tal vez habrían reído y esa risa permanecería inmutable, siempre fresca y viva cuando ellas no serían más que cenizas, ni siquiera recuerdos".

La presencia de otros versos de Leopardi (los del Canto 23 "Le ricordanze" y los del Canto 16 "La vita solitaria") como así también la inconmensurable presencia de versos de Alejandra Pizarnik, duplican el cuestionamiento de la palabra como una instancia de vida, como una manera de poder tranformar la realidad, ese deseo íntimo que posee Tristán al repetir la frase y al creerse poeta. Una frase inconclusa que terminará por abrumarlo, por malograrle el deseo: "¿Era posible que alguien dijera un poema y que variaran los accidentes de la tierra, como había acontecido con la noche dulce y clara? En absoluto, esos dones de influir con la palabra sobre los seres y las cosas eran concedidos raramente, a uno por vez durante siglos".

Sin embargo para este Leopardi, la poesía es otra cosa: "Tanto trabajo, Tristán, cuando uno elige una palabra entre miles y de pronto comprende que hay una más justa que se nos esconde, la única posible, la única necesaria...".

Su verdadera fiesta la vive con una pareja muy singular que se detiene a escucharlo y a intercambiar poemas en una plaza de las Sierras de Córdoba; la memoria recreando la belleza, la presencia de Alejandra instalando la ira en la muchacha, e instalando la sed en Giacomino: "repetía para sí: entrar entrando adentro de una música ..." Esas palabras lo desconsolaban y al mismo tiempo le parecían muy hermosas, él siempre se movía serenamente con las palabras aunque hablaran de una espantosa inquietud, y éstas le sonaban como si quien las hubiera escrito estuviera embarcada en palabras de tempestad, las ladrara desde un barco sin retorno". Quizá esta sea una de las más bellas y certeras definiciones acerca de la poesía de Pizarnik que hayamos podido leer en los últimos años. Este juego de lecturas, esta posibilidad de tramas y contratramas hace de la novela de Griselda Gambaro una piedra preciosa, una pieza única de artesanía amorosa.

En esta, como en otras de sus obras, lo ominoso despierta a la dormida atención de los/as lectores/as. Aquí la presencia de un pájaro, que parece reconocerce como un cuervo que entiende la poesía de Leopardi y que lo sigue desde Córdoba hasta la ciudad en donde vive con Tristán, quizá también tenga algo que ver con el protagonista del poema de Edgar A. Poe. La inspiración, que llegado cierto momento decide desestimar el poeta, aquí también llama y golpea en los vidrios de la ventana, turbando a este ser que, ante los ojos de su amigo, parecer estar siempre a punto de desaparecer, de quebrarse en mil pedazos de angustia y sufrimiento crónico.

La recreación de la vida de Paolina, la hermana, a través de las cartas que le escribe al poeta, está perfectamente lograda, creando casi otra novela dentro de la novela. Por medio de estas misivas nos vamos enterando de qué manera se conforma su familia y del estilo de vida del que parece haber podido "zafar" Leopardi al venir a la Argentina. Este espacio de libertad, en cierta manera ucrónico, creado por Gambaro, permitiría re-versionar la verdadera vida del poeta, siempre solitario y siempre recluido en un mundo (físico y geográficamente) limitado.

Las dos presencias invasoras, la de Leopardi y la de los negros, produce una especie de extrañamiento que finalmente sirve para poner en conflicto a todo el barrio, bastante rutinario y anodino. La mirada se vuelve introspectiva y autocrítica hasta un punto que lastima. Un punto de lucidez que alegoriza sobre el presente, un presente amenazado constantemente por la tormenta, aunque afuera la noche sea dulce y clara y sin viento, y nosotros/as sigamos como si nada.

"Después del día de fiesta" de Griselda Gambaro, Seix Barral, Biblioteca Breve, 197 páginas.

*Publicada por el diario "La Capital" de Rosario el 6 de noviembre de 1994.

© Gabriela De Cicco
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